Epoca de transformaciones sociales, de creatividad artística y de emancipación femenina, «los locos años 20» fueron también los de una revolución de la moda que impuso criterios aún vigentes: el museo Galliera de París invita a recorrerlos a través de una exposición.
La muestra «Los años locos: 1919-1929», que abrirá al público el sábado en el museo de la moda de la capital francesa, reúne 170 prendas de vestir y 200 accesorios, procedentes esencialmente del fondo del museo, pero también prestados por otras instituciones y por grandes casas de moda.
Fotografías y películas de la época completan el recorrido, que evoca sucesivamente la vestimenta de baile, de gala, de día y deportiva (entre ésta los primeros bañadores de una pieza, de lana tejida), la influencia del vestuario masculino en la moda femenina y la relación de la moda con el arte.
La moda refleja el espíritu de cada época. Entre el fin de la Primera Guerra Mundial y la Gran Depresión, el mundo vive una década de frenesí, un torbellino de modernidad. El automóvil y los deportes pasan a ser parte del estilo de vida, el jazz se populariza y el charleston y el fox-trot reemplazan a los bailes de salón en los nuevos «dancings».
En los años 20, el corsé desaparece, la ropa se simplifica, flota sobre el cuerpo y deja de ser ajustada. Las mujeres se cortan el pelo, y las faldas dejan ver sucesivamente los tobillos y las rodillas.
«La idea esencial de la exposición es la liberación del cuerpo, la emancipación femenina, la silueta joven. Pero queríamos salir de los estereotipos ligados a la época, de la imagen que todo el mundo conoce», la de la silueta recta de vestido corto y sombrerito casquete, explicó a la AFP, en vísperas de la inauguración, Sophie Grossiord, conservadora del museo y comisaria de la exposición.
«Mostramos también que esa moda no aparece bruscamente después de la guerra del 14, sino que es precedida por un cierto número de corrientes. Es un movimiento que en Francia tiene sus raíces en los años 10, pero que en Inglaterra habían iniciado ya a fines del siglo XIX los prerrafaelitas», agrega.
La exposición incluye varios modelos precursores, entre ellos vestidos del español Mariano Fortuny y del francés Paul Poiret, dos ardientes defensores de la liberación del cuerpo femenino.
Sophie Grossiord recalca la modernidad de muchos de los modelos expuestos, que muestran que los criterios adoptados por la moda de los años 20 siguen rigiendo un siglo después: dinamismo, juventud, esbeltez.
La mujer conquistó entonces una libertad gestual comparable a la del hombre. Eso hace que el movimiento se convierta en un elemento esencial del diseño de moda y que los modistas adopten el punto, hasta entonces reservado a la bonetería.
La paradoja de la época es el contraste entre la moda simple y cómoda de día, con conjuntos de punto de chaqueta y falda y modelos de lana y jersey, y la sofisticación de noche, cuando los vestidos son de leve muselina y seda, a menudo cubiertas de preciosos bordados.
Aunque el pantalón todavía no ha entrado en el guardarropa femenino (no hay ninguno en la exposición), la ropa masculina inspira los trajes sastre de chaqueta y falda (Coco Chanel ha marcado ya la historia de la moda), y la vestimenta deportiva acerca cada vez más las prendas destinadas a hombres y mujeres.
La exposición ilustra también los vínculos entre la moda y el arte, y la aplicación a los textiles de la investigación pictórica. El dibujo de una tela es obra del pintor Raoul Dufy, la estética art-deco inspira los bordados con hilos metálicos de Natalia Gontcharova, mientras que los modelos de Madeleine Vionnet muestran un trabajo sobre los volúmenes próximo de la arquitectura, cuya influencia sigue siendo hoy evidente en muchos diseñadores.
La muestra «Los años locos: 1919-1929», que abrirá al público el sábado en el museo de la moda de la capital francesa, reúne 170 prendas de vestir y 200 accesorios, procedentes esencialmente del fondo del museo, pero también prestados por otras instituciones y por grandes casas de moda.
Fotografías y películas de la época completan el recorrido, que evoca sucesivamente la vestimenta de baile, de gala, de día y deportiva (entre ésta los primeros bañadores de una pieza, de lana tejida), la influencia del vestuario masculino en la moda femenina y la relación de la moda con el arte.
La moda refleja el espíritu de cada época. Entre el fin de la Primera Guerra Mundial y la Gran Depresión, el mundo vive una década de frenesí, un torbellino de modernidad. El automóvil y los deportes pasan a ser parte del estilo de vida, el jazz se populariza y el charleston y el fox-trot reemplazan a los bailes de salón en los nuevos «dancings».
En los años 20, el corsé desaparece, la ropa se simplifica, flota sobre el cuerpo y deja de ser ajustada. Las mujeres se cortan el pelo, y las faldas dejan ver sucesivamente los tobillos y las rodillas.
«La idea esencial de la exposición es la liberación del cuerpo, la emancipación femenina, la silueta joven. Pero queríamos salir de los estereotipos ligados a la época, de la imagen que todo el mundo conoce», la de la silueta recta de vestido corto y sombrerito casquete, explicó a la AFP, en vísperas de la inauguración, Sophie Grossiord, conservadora del museo y comisaria de la exposición.
«Mostramos también que esa moda no aparece bruscamente después de la guerra del 14, sino que es precedida por un cierto número de corrientes. Es un movimiento que en Francia tiene sus raíces en los años 10, pero que en Inglaterra habían iniciado ya a fines del siglo XIX los prerrafaelitas», agrega.
La exposición incluye varios modelos precursores, entre ellos vestidos del español Mariano Fortuny y del francés Paul Poiret, dos ardientes defensores de la liberación del cuerpo femenino.
Sophie Grossiord recalca la modernidad de muchos de los modelos expuestos, que muestran que los criterios adoptados por la moda de los años 20 siguen rigiendo un siglo después: dinamismo, juventud, esbeltez.
La mujer conquistó entonces una libertad gestual comparable a la del hombre. Eso hace que el movimiento se convierta en un elemento esencial del diseño de moda y que los modistas adopten el punto, hasta entonces reservado a la bonetería.
La paradoja de la época es el contraste entre la moda simple y cómoda de día, con conjuntos de punto de chaqueta y falda y modelos de lana y jersey, y la sofisticación de noche, cuando los vestidos son de leve muselina y seda, a menudo cubiertas de preciosos bordados.
Aunque el pantalón todavía no ha entrado en el guardarropa femenino (no hay ninguno en la exposición), la ropa masculina inspira los trajes sastre de chaqueta y falda (Coco Chanel ha marcado ya la historia de la moda), y la vestimenta deportiva acerca cada vez más las prendas destinadas a hombres y mujeres.
La exposición ilustra también los vínculos entre la moda y el arte, y la aplicación a los textiles de la investigación pictórica. El dibujo de una tela es obra del pintor Raoul Dufy, la estética art-deco inspira los bordados con hilos metálicos de Natalia Gontcharova, mientras que los modelos de Madeleine Vionnet muestran un trabajo sobre los volúmenes próximo de la arquitectura, cuya influencia sigue siendo hoy evidente en muchos diseñadores.
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